Testimonio de vida
Posteado 17/10/2014
Por: Yolanda Guerra de Barrios
Hija de un papá agricultor de 60 y tantos años y una madre ama de casa de 46 años. Hermana gemela de un hombre maravilloso. Nací en Sta Ana y viví en Zapotitan, en el campo. Tengo 24 años y tanto mi hermano como yo estudiamos desde pequeños en El liceo Francés de San Salvador, donde conocí el amor vida. Me gradué en el 2005 y ese mismo año entré a la universidad, la Mónica Herrera.
Desde chiquita siempre fui una mujer proactiva, deportista, emprendedora, y organizadora. Sabía lo que quería y hacia donde quería ir. Comencé a trabajar desde los 17 años. Siempre trabajé y estudié al mismo tiempo, pues vivía sola en San Salvador. Mi proactividad y trabajo fueron tales que en el 2008 puse mi propia empresa.
A mis 24 años, yo tenía una empresa de eventos donde mis socias eran mis mejores amigas, estaba haciendo la tesis en mi último año de la universidad, con una gran familia y junto al amor de mi vida. Aparentemente lo tenía todo... sin embargo me preocupaba bastante por mi físico, no comía bien y vivía bajo estrés todo el tiempo.
Hasta que un día echándome crema me toqué una chibolita en mi seno izquierdo. Me dio curiosidad y llamé a mi ginecóloga y lo primero que me dijo fue: No te preocupes, no es nada malo a tu edad es casi imposible, pero por cualquier cosa ven el lunes para examinarte. Y así fue, me hizo exámenes y me dijo que me llamaría para darme el resultado. Efectivamente, a los 3 días recibí su llamada para decirme que me hiciera la mamografía y la Ultrasonografía porque quería descartar varias cosas. Me hice ambos exámenes los cuales salieron negativos. Me presenté el sábado con ella para llevárselos, iba sola porque según los exámenes yo no tenía nada.
Una vez en consulta el médico me dijo: USTED TIENE ALGO MALIGNO! Lloraba de miedo, incertidumbre e ignorancia.
El segundo médico me dijo: Lo que usted tiene es cáncer. Lloré porque tenía sueños que cumplir y sobre todo tenía miedo a morirme. Cuando le dije a mi familia: Mi papá no lo aceptó, él tenía la esperanza que el diagnóstico estuviera
equivocado.
Reunión del domingo. Día más difícil.
- Me acordé de Dios, recordé que tenía un mejor amigo, que sólo ÉL podría ayudarme
- Acepté que él ya no era el centro de mi vida, el trabajo lo era. Además acepté que Él estaba guardado porque no lo necesitaba y le pedí perdón.
- Me di cuenta que tenía 2 caminos: Deprimirme y hacerme la victima porque estaba enferma y me iba a morir o aceptar la realidad y luchar para vivir. Por lo que decidí aceptar mi realidad, sentí que si Dios me había elegido a mí para vivir un cáncer significaba que yo era lo suficientemente fuerte para vencerla. Yo quería sanarme. Y abrí mi corazón y abracé la enfermedad.
- Confié en que ÉL me daría la fuerza y las armas para luchar; confié en que ÉL iba delante de mí.
- Entregué el control de mi vida, pues entendí que mi vida no la controlaba yo. Nadie en ese momento me podía asegurar que yo no me iba a morir.
Así fue como comenzó una mutación física: Comencé con 12 quimioterapias. “La quimio”, un nombre que solo al escucharlo da miedo.... Sin embargo, un médico me dijo: “No te preocupes, piensa que es un antibiótico muy fuerte” y en ese momento mi actitud cambió y le prohibí a mi mente darle más importancia de lo necesario al tratamiento. Me advirtieron todos los efectos que iba a provocarme y me preparé para recibirlos con los brazos abiertos porque sabía que eran parte de esa mutación. En cada sesión de quimioterapia, yo pensaba que era una tarde para mí, en donde me reuniría con mis amigos a platicar. No dejé que el miedo o la incertidumbre entrarán en mi mente. Esa actitud me ayudó a tranquilizar mi cuerpo y fortalecerlo para no dejarme ganar por los efectos. Mi vida siguió adelante, con mi trabajo y mis actividades diarias pero con el cuidado que mi cuerpo necesitaba.
Y mi pelo..... ¡Se me cayó todo! Definitivamente esta es la parte que tiene el mayor impacto para todas las mujeres. Después de la segunda quimioterapia, mi pelo comenzó a caer. En ese momento me sentí enferma... pero estaba clara que no quería sentirme mal, así que decidí raparme todo mi cabello. Al no tenerlo me di cuenta que mi look debía cambiar. Cuando yo veía a las personas con cáncer, verlos con un pañuelo me denotaba sufrimiento o tristeza y yo no quería transmitir eso porque me sentía bien y no estaba enferma. Por lo tanto, decidí usar el pañuelo como un accesorio que haría parte de mi look. ¿Peluca? No quise usarla porque decidí vivir esa etapa tal como era.
Mi encuentro directo con Dios y su promesa: (retiro) Me perdoné a mí misma y perdoné a los demás.
Luego del procedimiento químico, los profesionales me orientaron y todos coincidían que la mejor opción para una paciente de mi edad era optar por una mastectomía Bilateral. En un país ajeno, con mi mamá a un lado y mi novio al otro tome la decisión más trascendental que había tomado
en mi vida. Sin dudarlo le dije a la doctora: “Decido quitarme ambas mamas y que sean reemplazadas por implantes”. Dios me preparó para ese momento porque en mí sobresalía la fortaleza y estaba convencida que mi responsabilidad era hacer todo lo que estaba en mis manos, y luego Dios haría el resto. La apariencia física no debía ser un determinante para mi salud.
Fue un año de mutación física y espiritual. En ese camino Dios era mi guía, pero Él me dio cuatro armas fundamentales para ganar la batalla: la Fe, mi familia, amigos y a mi pareja (actualmente mi esposo). Dios tomó el control pero mis seres queridos fueron ese bastón que me sostuvo cuando quería caer y esa barra que necesitaba para salir adelante: unos se raparon el pelo junto a mí, otros oraban por mi sanación y otros simplemente compartían conmigo.
Luego de una enfermedad como el cáncer, Dios te da una vida nueva, realmente una vida en abundancia. En la mayoría de mis oraciones ÉL siempre me prometía una nueva vida. Esa enfermedad me confirmó que Javier, el novio que yo tuve antes de la enfermedad, del cual dudaba si me casaría con él porque a nivel profesional yo iba adelante; durante el cáncer se convirtió en mi bastón más fuerte. En ese hombre que agarro de la manos con los ojos cerrados. Que me amó sin pelo, hinchada y lo más difícil me amo sin senos. Dios me dio el privilegio de casarme con él después de mi enfermedad.
Antes de comenzar mi tratamiento me dijeron que yo podía tener el riesgo de no poder tener hijos por todo el proceso químico y Dios a pesar de eso cumplió su promesa y dos semanas después de haber finalizado mi reconstrucción de mamas me dió el regalo más grande de mi vida: Un embarazo. Es decir que no solamente salvó mi vida sino que puso una vida dentro de mí. Mi primera hija vino a confirmar que estoy sana y que ella también lo estaba. A los 4 meses de haber tenido a Andrea quedo embarazada de mi segundo hijo: Carlos Andrés.
Definitivamente no puedo ser la persona que era antes de la enfermedad. Hoy vivo una vida color de rosas porque el cáncer me transformó y hoy puedo decir que soy:
- Una hija de Dios, entregada a Él y a su voluntad.
- Una mujer que aprende cada día dejando que Dios controle su vida y dejando los afanes a sus pies.
- Una mujer que cuida su corazón porque aprendió que antes de sanar físicamente debe sanar internamente, quitar los resentimientos y perdonar.
- Una mujer que superó el miedo de morir porque entendió que forma parte de la vida y que ese día será el inicio de una nueva y mejor ida junto a Cristo.
- Una profesional que aprendió a delegar, entregar el control, disfrutar su trabajo y a no ser adicta a él, a tal punto que cerré la empresa y hoy soy una empleada que ama lo que hace.
- Una mamá que se esfuerza día con día por darle tiempo de calidad a sus hijos, para formar en ellos un corazón lleno de amor e inspirarlos a ser Luz del mundo.
- Una esposa que valora el hombre que tiene por lo que es, con un matrimonio que trabaja en comunión con Dios.
- Una mujer que valora y ama a su familia y le dedica el tiempo.
- Una mujer que quiere ser Luz para el mundo.
Ahora, mi deber es decirte que si estás viviendo esa noticia, no importa tu condición o tu situación, Dios te eligió al igual que a mí entre millones de mujeres porque conoce tu corazón y sabe que tienes la fortaleza para superarla, se instrumento de su amor y poder en el mundo. Y si el cáncer regresa a mi vida que haría: Lo volvería a vivir de la misma manera: De la mano de Dios.